9/1/09

En la cocina


A las ocho de la mañana, la Nespresso infusiona el café como un martillo neumático abre una acera. Sin compasión.

La cocina se llena de aromas de Colombia, Kenya o Méjico, se mire como se mire es una adicción. Soletillas que sobraron del tiramisú empapadas de insomnio mientras miro amanecer, es la última habitación en coger el calor de la calefacción; será el trasiego de apaños al trasterillo que tiene empotrado y que está abierto a la calle. Hago la masa y la dejo reposar, levadura de panadería, harina y agua. Pongo la cazuela en el fuego, las carnes desaladas, el pollo y el jarrete, los garbanzos, todo sin sal. Miro con miedo los vinos mal conservados en la nevera, demasiado frío.

Los minutos se pueden medir con el aroma que va desprendiendo el guiso, recuento las cicatrices de mi nevera, ganan los imanes del bar Varas de San Sebastián de las Reyes y los de Telepizza. Notas de hace un año o de hace una semana, enciendo el extractor, zummmmmm. Evalúo si es peor el ruido o el olor. Desespumo la cazuela, me pienso una reforma que le hace falta como el agua, me hago otro café, debería tomar un descafeinado pero no lo hago.

En la televisión repiten por décima vez los capítulos de los Simpson, o de Shin Chan. La televisión es sólo un ruido de fondo. En el edificio de enfrente, apenas a cinco metros, se desperezan, suenan las persianas, se oyen los gritos de un niño pidiendo leche y sábado por la mañana. Este jarrete no vale nada o quizá sea el calor de la vitrocerámica, va demasiado rápido. Clac-clac, los fuegos se encienden y se apagan, no es el fuego que hipnotiza, es sólo un color rojo que me recuerda a la fábrica de celulosa que está a las afueras de Pontevedra. Se encienden y se apagan sin preguntarle a nadie cuándo debe dar calor.

Periódicos, cervezas y encurtidos. La masa se ha levantado, hay que hornearla. Las crónicas de Capel, de De la Serna, el artículo de Martín Ferrand, las reflexiones de Cristino. No me gusta cómo queda el jarrete cociéndolo de esta manera, el calor de la vitrocerámica va demasiado lento. Abro un vino caro, aromas de reducción, un golpe de calor excesivo, lo decanto a ver si se puede hacer algo. La fruta sale, los tostados de la mala conservación se quedan en el fondo, lo suficiente para bebérselo y no devolverlo, lo suficiente para saber que me he perdido algo grande.

Mejillones en escabeche, el pan recién hecho con el olor ácido de la levadura flotando en el ambiente, el cocido está casi a punto. Abro el aparador, ahí dentro debe haber cadáveres, pero no es cosa de molestar en el cementerio. El vino mejora, nunca llegará a ser lo que pudo ser, pero algo es algo, no lo voy a devolver.

Miro a ver si han publicado algo las chicas de bytheway.tv o el Cerdoagridulce, evito los sitios que destilan rabia o soberbia y me acerco a los que sonríen. Me tomo el último sorbo de Mahou esperando leer que el Madrid se refunda en el Marca o en el As. Me protejo el estómago con un álmax, como si fuera la cabeza de un niño recién nacido, saco la oreja de cerdo desalada, la aliño con aceite y pimentón y la tomamos de aperitivo.

Servimos el cocido, no está como yo quiero, es culpa de los fuegos: van demasiado rápido. Mientras sirvo el arroz con leche, pongo el lavaplatos. Lavo con mimo mi cazuela de hierro fundido y apago la televisión. La cocina guarda los aromas y los guarda para siempre; cada festín firma en su libro de visitas y deja una huella indeleble; hay gotas de grasa en sitios insospechados.

Reflexiono sobre mi cocina, no hay nada que se parezca tanto en la vida a mí como esta habitación, también lo hago sobre los puntos de cocción, jamás están a mi gusto. La culpa es de los fuegos.

1 comentario:

Carlos dijo...

No me gusta hablar de política. Pero lo que hoy decía Zapatero sobre los banqueros: "están cautos, demasiado cautos", da una idea de la falta su talla política.

Acaban de rebajar el "rating" de España. Esto significa que somos un peor avalador y que se fían menos de nosotros. Los bancos tienen que tragarse un sapo de proporciones considerables, que no han empezado a comerse.

Y va este tipo y dice que están siendo cautos. Claro, mayormente porque no paga ni Dios.

Mediocre, demagogo e inconsciente. Qué pena de clase política. Qué impotencia.