2/1/09

Cinco metros


En diciembre del 2008, la parte más chic de París está oscura, cosas de la crisis. La Place Vendôme luce como un diamante, como lo que es, entre tanto negro. Quinientos metros más alllá, quizá un kilómetro, está Lafayette que compite mano a mano con el centro comercial más exclusivo, Printemps. Este año Printemps se ha esforzado de verdad, escaparates de Lagerfeld, el diseñador de Rue Cambon. De los tres o cuatro que propone me impacta el de unas muñecas marcianas, pequeñas Coco Chanel plateadas, con peinados garsón y minifaldas, una delicia.

Un poco más allá hay decenas de niños, Lafayette ha diseñado una coleccion de escaparates que se inspiran en Alicia en el País de las Maravillas. A veces surrealistas, a veces tiernos, siempre hermosos. Ositos dando vueltas en un carrusel de posiciones extrañas, ahora tocan el tambor, luego hacen piruetas gimnastas; una maniquí tiene mariposas en el pelo, otra, como Alicia al otro lado del espejo, se refleja en el suelo acompañada de un dado que ha caído en el seis, un poco más allá.

Los niños se agolpan luchando por la posición sin interferencias, son pequeños satélites que reflejan en las sonrisas alegría, felicidad; los padres, de diferentes etnias se pelean por ese momento especial, la foto de las Navidades del 2008.


Y de repente algo cambia, el ecosistema, o más bien mi ecosistema, se tambalea. Un anciano de unos ochenta años arrastra una maleta y una bolsa. Como si los escaparates fueran marcándole el camino, él se para cada cinco metros, recorre un escaparate y medio en cada tirada, es un superhéroe, es invisible.

El tipo no acepta caridad, su vida no es la mendicidad. Intercambiamos un algo, un nada, cinco segundos de mi vida y de la suya, es del Languedoc. Retira la mirada y busca sus próximos cinco metros; yo olvidarme de lo que he visto. Paso por delante del Ritz, Vendôme es algo realmente hermoso, durante un segundo pienso en Scott Fitzgerald, y en este momento se me ocurre que no era otra cosa que un imbécil con mucho talento.

En La Sourdiere, los caracoles a la bourguignon están, como cada año, estupendos.

3 comentarios:

Carlos dijo...

Copiar ideas sin referenciar el original sistemáticamente, sin el más mínimo escrúpulo, me parece de mediocres.

Anónimo dijo...

Lo he leido varias veces , cada vez me parece mejor que la anterior.

Carlos dijo...

Gracias Yerga. Qué contrastes más grandes ofrece París.