26/4/12

Mayte Commodore

Allá donde entonces acababa Madrid, donde ahora comienza un ensanche ordenado y frío, soviético, se alza el edificio del restaurante Mayte Commodore, obra del arquitecto Luis Gutiérrez Soto. En la Plaza de la República Argentina –popularmente conocida como “la de los Delfines”- se salta del Madrid del barrio de Salamanca, construido para lucir debajo de un cielo azul intenso, a una ciudad nueva, hermosamente triste y gris. Cuadriculada.

La santanderina Teresa del Carmen Aguado Castillo llegó a Madrid en 1950, con 19 años. Sirvió durante un tiempo en la cafetería Ilsa Frigo –terraza que competía con el California en la Gran Vía- y abrió en el 54 el Hostal Mayte, en la calle General Mola -ahora Príncipe de Vergar. Al lado, en la productora Sevilla Films, Samuel Bronston rodaba por la época en la zona alguna de sus superproducciones españolas y los actores, algunos tan famosos como Ava Gardner o Charlton Heston, fueron habituales de la taberna del hostal. Hizo fortuna y en los años 60 se trasladó al 8 de la República Argentina inaugurando el bar Richmond, que cambió su nombre a Mayte Commodore a finales de la década.

Fue una mujer inteligente y, como su paisano Víctor Merino, desarrolló una intensa alrededor en la que el mantel era sólo la excusa. En su casa se reunieron artistas –Ava Gardner o Charlton Heston-, intelectuales y los políticos del tardofranquismo, al punto de considerársela un icono de la dictadura. Instauró un premio taurino a los triunfadores de San Isidro y otro teatral: los premios “Mayte”, que hoy en día siguen celebrándose. Una relaciones públicas de enorme influencia.

En su libro del 76 “La cocina práctica de Mayte” deja reflejado lo que era su cocina, recetas cántabras humildes, aprendidas de su abuela, que intentó internacionalizar. Mucha caza –era la especialidad de la casa- y una receta el “bistec Mayte al whisky” –un solomillo a la plancha al que se añadía una guarnición de cebolla pochada, salsa perrins y pimienta molida, finalmente flambeado en whisky- que nos puede dar una buena idea de lo que allí se comía.

Con la muerte de Franco llegó su declive. la identificación con el régimen le pasó factura, Madrid la marcó. Murió en el 90, su hijo Luis y su nuera constituyeron una fundación en su nombre que se trasladó a Cantabria donde gestionan otro restaurante . Dice Manuel Martín Ferrand que los salones de Mayte Commodore, ya no sé si cerrados o abiertos después de muchos vaivenes, fueron los últimos de Madrid. Lo que es seguro es que fue una de las primeras mesas del poder, una gran casa que levantó una raquera de Puertochico.