Vi a Dulce Pontes flotando sobre el Tajo. En una Expo, hace tantos años que el sabor del bacalao de aquellos días se ha difuminado. Las superbocks y el tiempo tienen la culpa. Lisboa se ha apagado, las noches son más atlánticas y tristes que nunca y los portugueses, acostumbrados a agachar la cerviz, ya rozan el suelo con la frente.
Dulce sigue cantando Chorona. Es una reina. Le cambiamos el agua a unas judías cocidas de Monjardín tras veinte minutos de un fuego que no llega a romper. Añadimos dos segundos de vino blanco, las cocochas de bacalao y unas almejas atlánticas, seguramente también tristes. Dejamos cocer cinco minutos, meneando con alegría, como si nada hubiera pasado. Añadimos un poco de perejil y cilantro picado.
Bebiendo sí, un Dorado del 2005, al calor de un fado que ahoga. Parece inacabable.
4/2/12
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2 comentarios:
Más que una receta es un recuerdo, con ese sentimiento el plato tiene que salir bueno.
Entre las brumas del recuerdo y las del Tajo, Ángel.
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