10/6/09

Otoño 2009


Agorero decían. Lo fácil era decir que sí, que no pasaba nada por más que los síntomas anduvieran presentes. El cáncer ya iba manifestando sus síntomas, un poco de sangre por aquí, unos dolores allá, nada demasiado evidente hace dos años para los ciegos.

Pero recordemos la situación en otoño del 2007: las constructoras habían saturado el mercado y empezaban a ver ciertos problemas en sus ritmos de venta, las empresas del resto de los sectores barruntaban que algo pasaba y miraban con desconfianza sus gastos; el gobierno socialista apuntaló la situación a la espera de las elecciones en marzo del 2008. Se meaba rojo pero se miraba para arriba.

Y era más bien en ese tumor debajo de la piel donde estaba el pus. Decían que nosotros no teníamos hipotecas subprime, que eso era cosa de los americanos. Pero no era cierto. Es un problema tan sencillo que lo entendería cualquiera: el sistema financiero español ha prestado miles de millones de euros para comprar casas y es un dinero que no va a recuperar y que hay que reconocer en las cuentas de resultados. Mientras no se reconozca esa gran mentira, la economía española andará estancada. Porque sin la posibilidad de ofrecer créditos, los bancos no son una turbina sino un ancla. La enfermedad está en el sistema financiero.

Con una deflación ya evidente -hasta un tonto lo vería ahora mismo- y la degradación del único tejido industrial del que disponíamos -la construcción-, el ocio es el primer afectado, el que más. Como ciegos moviéndose por instinto los cocineros buscan soluciones: gastrobares, menús para la crisis. Buscan a los hoteles como el mecenas que les puede salvar de la crisis: craso error a poco que se mire con un poco de espíritu crítico lo que ha sucedido en Madrid el último año. La realidad es que la restauración es apenas una barquichuela a merced del temporal. Ni siquiera los mejores estarán a salvo, no hay cinco restaurantes de la gama alta en la capital que puedan dormir tranquilos. Nadie puede fiarse porque las modas cambian.

Pero nos queda el gran abismo, que será sin duda el otoño del 2009. El consumo caerá bajo mínimos y la deflación se hará dolorosamente evidente; los que fueron empleados de la construcción -centenas de miles- dejarán de cobrar de nuestro frágil sistema social y el consumo reflejará la realidad porque el gobierno se ha quedado sin mecanismos de defensa. De los restaurantes que sobrepasen los 80 euros por persona sólo quedarán los mejores, aquellos capaces de convencer a la clase media-alta -la única que mantendrá cierto estatus- de que salir un viernes por la noche merece la pena más que comprar ropa o salir de fin de semana. Se dice que la gente se vuelve más conservadora en tiempos de crisis pero no se explica el porqué y es bien sencillo: no hay tantas posibilidades de repetir, hay pocos tiros y si se sale una vez al mes, no se quiere fallar.

¿La solución? Que nos toque la primitiva y América nos salve -muy improbable- o que nuestro sistema financiero reconozca y absorba su situación. Esto último supondría hacer las cosas bien, una revolución desde demasiados puntos de vista, valentía por parte de nuestra clase dirigente y de las instituciones. Mientras no lo hagamos veremos caer poco a poco nuestro sistema productivo como un dominó, como una lluvia fina. Orbaya realidad.

Cuadro que ilustra: Car in rain, de Clifford Elglin

3 comentarios:

Toni dijo...

Muy buen análisis. Lo que no veo tan claro es lo de la deflación prolongada. No olvidemos que estamos en España y además como siga subiendo el petróleo seguro que se acabó la deflación.

Carlos dijo...

Yo creo Toni, que si los precios suben, lo único que sucederá es que se consumirá, si cabe, menos. Llegado el momento da igual que valga 10 o 20, si 10 se hacen ya imposibles.

Los datos de este verano son claves para entender cómo se mantiene el ocio en España, no olvidemos que es nuestra industria más importante. En octubre vendrán los datos reales del desempleo de España, creo yo que el nivel basal.

Toni dijo...

Tal vez en el sector del ocio en España sea necesaria una especie de catarsis. No es posible que en los últimos 3-4 años, haya visto precios más baratos ó del mismo nivel en Austria, Italia, Francia e incluso Suecia que aquí.
Porque el nivel de vida y los sueldos seguro que no son iguales.