12/2/09

Test sorpresa


Al igual que el ama de casa, suspicaz, pasa el dedo por el quicio de las ventanas buscando la más mínima muestra de polvo, el aficionado a la gastronomía, de naturaleza aviesa, escudriña los detalles en cada restaurante hasta encontrarles el cartón. En mi caso mi truco favorito es el Método de la Comparación Fácil.

Entiéndaseme, un servidor podría tirarse el pisto y decir que ha comido tanta trufa que es capaz de saber desde Plaza Castilla si el restaurante que va a visitar en Atocha va a cumplir sus exigencias, pero por desgracia, no es así. En lo que soy un experto de verdad es en croquetas, me las he comido todas. Las que son más bechamel que velouté, las que tienen una masa fina, las crujientes, más o menos líquidas, cuadradas, rectangulares, monárquicas o republicanas, con tropezones o viudas. Por supuesto, como cada aficionado a la batidora que se precie, las mejores croquetas del mundo se hacen en mi casa, las mías en concreto alcanzan la categoría de arte y así lo reflejaré en la wikipedia tan pronto como pueda –lo llamaré la Receta Verdadera de las Croquetas-para que el mundo conozca La Realidad, a ver, si con un poco de suerte, pueden invitarme a alguna exposición artística en breve.

Así que no me privo del placer, en cuanto llego a un sitio nuevo, con cara severa pido unas croquetas como Juan de Burgos Román, a la sazón catedrático de Matemática aplicada de la Politécnica enunciaba sus problemas en la escuela de Aeronáutica: con bastante mala leche. Como en los restaurantes no son pardillos, lo normal es que vean el brillo perverso en mis ojos, que detecten el peligro como la gacela se olía el pastel en los documentales de Rodríguez de la Fuente. Por suerte para mí y para el éxito de mi evaluación, si no han hecho los deberes con tiempo, no hay manera alguna de arreglarlo, es lo que confiere a la operación una garantía segura de fiabilidad.

Como soy una buena persona, siempre digo que están buenas, aunque sospecho que el dejarme la mitad de ellas en el plato –si no me han gustado-, no hace precisamente creíble la afirmación. A veces las aplasto un poco con el tenedor si no las voy a tocar, me gusta jugar con ellas, así paso el rato mientras llega el segundo plato y consigo el efecto de que parezca que las he estado catando. Como digo, es que soy muy buena persona y me parece cruel machacar al cocinero, que en el fondo es también una persona, aunque no sepa hacer unas vulgares croquetas.

Al igual que De Burgos, que al primer error en un límite infinitesimal suspendía a su víctima sin compasión, me niego en redondo a seguir con mi evaluación si las croquetas no han sido de mi agrado. Ojo, que no digo que no estén buenas, digo “de mi agrado”. Como este pequeño examen se está convirtiendo en la parte más placentera de visitas gastronómicas, estoy empezando a extender el número de platos con los que mido a un restaurante. La sopa del cocido, el entrecot a la plancha o las patatas fritas se han incorporado últimamente a mi repertorio. En el caso de los restaurantes chinos encuentro particularmente útil pedir unos dim-sum, mientras que en los italianos me lo paso pipa con la boloñesa. Esta última tiene el inconveniente añadido –para el restaurante- de que incluso Julio Bienert, abriendo la lata adecuada, puede conseguir un resultado estupendo en su programa de Canal Cocina.

Así las cosas, en cuanto el camarero me sirve el plato, espero pacientemente a que se de la vuelta, simulando que está excesivamente caliente si fuera necesario hacer tiempo, y lo pruebo. Este pequeño divertimento mío es, por supuesto, algo privado. Si suspenden el test, aparte de que no vuelvo a pisar el restaurante en la vida, casi nunca digo nada, y menos en público, me parece feísimo hundir la moral del cocinero. Pero eso, ya os digo, es porque soy muy buena persona.

6 comentarios:

Carlos dijo...

Se trata de uno de las primeras historias de ficción que estoy escribiendo. Gente sin sentido del humor -por ser suave- abstengase.

José Luis Louzán dijo...

Cada vez me sorprende mas la mente humana. Que alguien pueda llegar a.... en fin, que le den por c...

Muy buen relato apañero... me lo pido pa mi cumple jeje

Por otra parte, creo que el que mas el que menos tiene sus propios "tics" para calificar inconscientemente la cocina de un local cuando lo visita...

Anónimo dijo...

La falta de sentido del humor ante casos así tiene la consideración de patología y la contempla la Sanidad Pública. Aún tienen esperanzas.

Carlos dijo...

Es que como empiecen a pensar que soy yo el protagonista de todo lo que escrito, van a pedir que me encierren :).

Anónimo dijo...

Todo mi apoyo Carlos.

Por experiencia conozco lo complicado que es estar ahí detrás y lo que supone cualquier tipo de ataque; máxime cuando por escribir, por compartir un poco de ti, no existe otra contrapartida más allá de la satisfacción de lo bien escrito y de lo cariñosamente leído.

Abrazos sentidos desde las cercanías de Nancy.

"Сибирская экологическая компания", ООО dijo...

Muy buen relato apañero... me lo pido pa mi cumple jeje
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