
No digáis que el animalito no avisa. El carabinero -conocido de manera culta como Aristeus antennatus- llama la atención por su color sanguinoliento. Con sus diez patas y sus bigotes, este manjar despreciado antiguamente en las costas atlánticas, se encuentra ahora en la nobleza del marisco. Jugoso y sabroso, excesivo en una palabra, es un lujo al alcance ya de pocos bolsillos, entre 50 y 90 euros el kilo en agosto del 2008 dependiendo del tamaño, que como casi siempre en el marisco, le pone color al billete.
Están muy ricos a la plancha, pero si me he de quedar con algo, que sea con su cabeza. El bocado que supone morderla, que estalle en la boca es único; si además cae una piedrecita de sal el placer es todavía mayor. Por sus características, por esa sopa que trae en el sombrero es ideal para hacer un potentísimo caldo de marisco que puede servir de base para un arroz excepcional.
Los arroces son una trampa mortal, se puede desacreditar fácilmente a un cocinero con un despectivo "se le ha pasado el arroz", a partir de ese momento ya se puede esmerar que semejante losa no hay quien la levante. Los arroces cremosos aunque nos parezca lo contrario no son una excepción. El grano ha de estar a la vez bien lleno de nuestro buen caldo y entero, cuando se deshace de manera pastosa el fracaso es impepinable y a uno se le queda cara de corredor español de 1.500 en Pekín.
El caldo
Jugando a ser cocinero un moderno -a la par que dinámico- prefiero no estropear el producto, así que mi arroz ha de saber a carabinero, además la salsa ha de estar ligada, suficientemente espesa. La solución a esta ecuación es única: tengo que utilizar el almidón del propio arroz para conseguir el resultado que busco. Así pues y como siempre lo primero es rehogar en la olla en aceite de girasol unos dientes de ajo para que al menos la cocina huela como Dios manda a fuego suave. Cuando los ajos cojan su colorcito veraniego conviene ir añadiente una cebolla cortada en juliana y dejar que vaya soltando sus azúcares, su sabor en el aceite.
Diez minutitos después ya podemos desplumar y añadir nuestro carabinero -uno por persona o tendremos que hipotecar el piso- sin desperdiciar una sola gota siquiera fuera de su sudor. Hay que exprimir las cabezas con saña -lo demás sería tirar el dinero a la basura- y dejar que se doren; no vendría mal un poco de morralla si tuviésemos acceso a ella y el caldo de abrir unos mejillones, que podríamos tomar de aperitivo con un poco de manzanilla mientras cocinamos. Añadimos sal, un par de ñoras despepitadas y el trato está hecho, sólo tenemos que esperar 25 o 30 minutos a que el fuego haga su trabajo, intentando remover y machacar bien toda la mezcla. El caldo ha de tener muchísimo sabor, al fin y al cabo el arroz es sólo una pasta, un mero contenedor de los jugos del marisco. Si es un arroz para cuatro, pongamos que hemos de obtener un litro de caldo.
El espesante
En otra cazuela pondremos a hervir un cuarto de litro de agua y un cuarto de kilo de arroz. Del arroz queremos por el momento sólo el almidón y durante veinte minutos importándonos un comino si el arroz se pasa o no, a fuego lento, extraeremos este espesante que será clave para conseguir las texturas que buscamos. El arroz no lo queremos, colamos el caldo y lo reservamos.
El arroz
El proceso es sencillo pero requiere atención. Mezclaremos el litro de caldo de marisco con el cuarto de litro de agua almidonada, lo pondremos a hervir y en otra olla, pondremos 70 gramos de arroz por persona. ¿Qué arroz usar? Si tenéis experiencia podéis usar un Carnaroli, por ejemplo el excepcional de Illa del Riu. Este arroz espesa ligeramente más aunque tiene la desventaja respecto al bomba de que absorbe un poquito menos de sabor; no se puede tener todo en la vida.
Como si fuera un risotto, vamos añadiendo cucharones de caldo hierviendo a nuestro arroz y vamos removiendo con paciencia, dejando que el arroz se empape lentamente. Un chorrito al principio de aceite de girasol y el proceso se repite como un tiovivo, vueltas y vueltas, más caldo, sin pausa, sin prisa. Os recomiendo que despreciéis el reloj, que os fieis de vuestro instinto, que vayáis catando hasta que el arroz quede a vuestro gusto, cremoso, entero, sabroso. Añadid cuando esté casi a punto el cuerpo del carabinero, estará en su punto en dos o tres minutos. Tened en cuenta que el arroz sigue cociéndose una vez lo saquemos a los platos, el calor residual puede pasarlo, así que conviene servir unos milisegundos antes de que pensemos que está a punto.
El vino
Se trata de un plato potente, generoso en aromas y sabores y creo que le conviene un vino musculoso y refrescante a la vez. El André Clouet Brut Grande Réserve puede ser una opción estupenda, un pinot noir que no es precisamente delicado.
Y no, efectivamente no es un risotto.
Nota: Plato inspirado con mayor o menor fortuna en el arroz con carabinero tomado este verano en el menú Tradición del restaurante Pepe Vieira.