
"Los vinos caros que vendo son contados y no necesito contar el dinero que llega a la caja ya que últimamente todo Dios paga con el menesteroso plastiquito. Las orejas del lobo, para quien sabe ver."
El crecimiento en España se ha sostenido en los últimos años gracias a la construcción. Pero claro, el chicle no se puede estirar infinitamente y los precios de las viviendas han acabado por colapsar un mercado, que ha dinamizado el resto de la economía de manera frenética. Así, las casas cada vez son más difíciles de vender, eternizándose los carteles rojos con el "Se vende" en los balcones, y empiezan a verse menos solares en construcción. Hemos llegado pues, al comienzo de la curva descendente: el momento cero.
¿Qué pasará a partir de ahora? Pues no hay que ser un gurú, los proveedores de las empresas constructoras y todos sus derivados ajustarán gastos y el primer cinturón de grasa del que las empresas se desprenderán será de las comidas de empresa. Mientras el empleo no caiga -cosa que está por ver-, los particulares seguiremos yendo a los restaurantes; con más cautela, claro, porque cuando el futuro es incierto uno se tienta el bolsillo con miedos.
Esta situación, que cualquiera que se lea los periódicos gratuitos que reparten en el tren de cercanías, fue capaz de intuir hace ya dos años (subida de tipos de interés y del petróleo, tremendo endeudamiento de las familias, endeudamiento de los promotores pensando que los pisos se venderían siempre y en cualquier circunstancia y brutal encarecimiento de los precios en la extraña conversión de las pesetas a euros entre otros factores), tiene precedentes aunque debido a causas diferentes: la crisis del 93. El resultado de aquella crisis fue un ajuste en la sobreinflación de los precios de los restaurantes, pero también pérdidas irreparables en el sector de los cocineros y propietarios con menos ganas de luchar. Como resultado de aquella crisis -y de algunos otros factores-, el servicio de sala de los restaurantes españoles se degradó hasta límites sonrojantes.
Y ahora vayamos un poco más allá: ¿Cuándo y dónde se notará esta crisis? Bien, creo que la crisis será palpable a partir del verano del 2008, lo que ahora es un síntoma, entonces será un dolor. Los bancos exigirán sus perras y las empresas más débiles caerán. Esto, que será una buena noticia para la gente que quiera comprar un piso, no lo será tanto para los restaurantes de gama media y alta.
Si hablamos de particulares, pagar 60 euros -lo habitual hoy, cuando hace ocho años lo habitual eran 5.000 pesetas- se nos va a hacer caro, va a ser común vender mucha media ración y mucho vino de la casa -cosa que ya apunta Abraham-. Si hablamos de empresas, los departamentos de gestión de facturas van a mirar con lupa las mismas y justificar una comida en La Broche o Santceloni (por poner un ejemplo) va a ser tarea de titanes.
La gente pudiente, claro, seguirá llenando estos restaurantes los fines de semana y quizá las noches a partir del jueves, pero entre semana, vamos a ver muchos comedores vacíos con facturaciones por persona (parámetro muy importante éste) muy inferiores a lo que están acostumbrados, las estrellas michelín van a sufrir. Los menos pudientes seguiremos yendo a los restaurantes, quizá con menos frecuencia y seguro pidiendo menos gambas rojas.
Así que, los más, vamos a tener que ir preparando nuestros cinturones para la dieta que se nos avecina y como además somos unos tragones sin remedio, no nos va a quedar otra que poner a punto los aparejos de cocina y a lo mejor hasta apuntarnos a algún curso (los de Telva no están mal). Disfrutemos de estos últimos días de excesos; días de vino y rosas.